Las finales de la Copa Libertadores parecen perseguidas por una maldición. Después del bochorno del año pasado, que terminó con la decisión de llevar el encuentro decisivo entre Boca y River fuera del continente americano, otra vez la sede tambalea. Con Santiago ya descartada por el conflicto social en Chile y las amenazas de protesta para cuando eventualmente se jugara el partido, en Asunción se celebró una cumbre que puede ser decisiva para terminar con las incógnitas. Y finalmente, después de varias horas de negociación, la elegida fue Lima y el escenario del duelo entre River y Flamengo está aún en veremos: será el estadio Monumental, con capacidad para cerca de 80 mil espectadores, o el Nacional, con aforo para 50 mil.
Desde las 14.30, en la sede de la Conmebol en Luque se lleva a cabo el cónclave previsto entre directivos de la Conmebol, River, Flamengo de Brasil y las asociaciones de Argentina, Brasil y Chile. Desde la entidad sudamericana, en medio de este escenario de dudas, asoman ya algunas certezas que pueden ser determinantes, más allá que pasadas las 19 todavía no hubo acuerdo entre las partes. Sin embargo, tras el cuarto intermedio, Lima comenzó a tener un mayor consenso. Primero se resolvieron algunas cuestiones impositivas para que el cambio de sede sea una realidad. Y más tarde se confirmó.
Otro tema de discusión fue la fecha. La idea de Conmebol era mantener el sábado 23 de noviembre como día de la final. Y finalmente no se moverá la cita en el calendario.
Otra postura tomada era que la final no volviera a salir de Sudamérica, más allá de propuestas económicas pesadas (de Miami y Qatar) que apuntaban a eso.
En los últimos días, al comprobar que el clima de violencia en Chile no cedía, desde la Confederación Sudamericana de Fútbol empezaron a juntar alternativas por si no se podía jugar en Santiago.