A comienzos de año, cuando no había pandemia ni una lista de países y corporaciones en la lista de espera para renegociar deudas que hoy son impagables por la crisis global, se informó aquí que había una confluencia de intereses para alcanzar un acuerdo con los acreedores. Desde entonces hubo intensas negociaciones y siete meses después se confirma.
Los tres protagonistas (el gobierno de Alberto Fernández, el FMI y los grandes fondos de inversión) tenían motivaciones diversas para cerrar el capítulo del desastre financiero que dejó el gobierno de Mauricio Macri.
En estos meses hubo conversaciones muy duras que dejaron a la vista de todos el inmenso lobby proacreedores que operó a luz pública en las corporaciones mediáticas y en las cámaras del establishment. Entre estas últimas, la principal fue AEA, que reúne a los titulares de las más grandes empresas del país y que tiene a Techint y Clarín como la conducción política de ese poder económico.
En ese contexto y por razones diferentes, los tres jugadores clave para la reestructuración de la deuda necesitaban concretar el trato:
* El gobierno de Alberto Fernández: claramente el actor más débil de la negociación por la fragilidad financiera heredada, los antecedentes de un default cercano con posterior renegociación y la extensa recesión económica, a la que se sumó desde marzo el impacto fulminante del coronavirus. El default virtual de Macri es una restricción potente de política económica, no solamente por la presión del mundo financiero, sino también porque es una herramienta de persistente erosión de la base política del gobierno por parte del poder económico.
* El Fondo Monetario Internacional: la directora gerente, Kristalina Georgieva , también tiene una herencia pesada con el crédito entregado a la Argentina de 57 mil millones de dólares, de los cuales se liberaron 44 mil millones, en la gestión Christine Lagarde. La tecnoburocracia de Washington está ansiosa para que Argentina cierre un acuerdo con los acreedores privados, para comenzar la refinanciación de su propio paquete financiero. Y de ese modo dejar atrás la (ir)responsabilidad de financiar, con el préstamo más grande de la historia del organismo, el fiasco político y económico de Macri.
* Los fondos acreedores: liderados por BlackRock, cuyo dueño Larry Fink tiene mucha influencia en la administración Trump, también necesitan dar vuelta la página del pésimo negocio de financiar el más fabuloso ciclo de endeudamiento externo argentino. Están apurados para concretar una redefinición de las condiciones de emisión de la deuda argentina para evitar pérdidas aún más abultadas a las padecidas con el macrismo, y poder entonces comenzar un nuevo ciclo de negocios. Esos fondos no tienen vocación de litigar como los buitres.
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