Según datos oficiales difundidos tras el cierre del escrutinio, la participación en las elecciones nacionales fue del 66%, lo que implica que 12.235.796 personas inscritas en el padrón electoral decidieron no emitir su voto. Este porcentaje representa uno de los valores más bajos a nivel nacional desde el retorno de la democracia en Argentina. El ausentismo alcanzó así el 34%, cifra que se suma a una tendencia descendente en la participación electoral observada en los últimos procesos provinciales.
Esta baja concurrencia a las urnas se había anticipado en las elecciones provinciales desdobladas realizadas entre abril y septiembre en diez distritos del país. En seis de esas provincias la participación no superó el 60%, destacándose el caso de Chaco, donde en mayo la mitad del electorado no votó. En ese contexto, el malestar social y el deterioro económico son señalados como factores principales que explican la baja afluencia. Consultores políticos atribuyen el récord de ausentismo a una relación desgastada entre la ciudadanía y la clase dirigente.
Además, otros factores que influyeron en este comportamiento electoral incluyen la desconfianza en las instituciones y partidos políticos, la percepción de corrupción, la falta de propuestas que respondan a las necesidades ciudadanas, la sensación de que el voto no genera cambios reales, el cansancio ante campañas negativas o polarizadas, la proliferación de noticias falsas y la desinformación, así como el desencanto por promesas incumplidas. Estos elementos contribuyen a un clima de apatía y desinterés hacia el acto electoral.
Un análisis histórico realizado por Infobae sobre la participación electoral desde 2013, en elecciones legislativas, muestra que el promedio desde la implementación de las PASO en 2011 fue del 77%. Sin embargo, en las legislativas de 2021 la participación bajó al 72%, posiblemente por el impacto de la pandemia. En ese año, la concurrencia en las provincias fue variable: Salta registró un 63% y Tucumán un 80%. En 2023, para cargos legislativos nacionales, todas las provincias superaron el 70% de participación, con Santa Cruz en el nivel más bajo (72,71%) y Tucumán en el más alto (83%).
Históricamente, la participación en elecciones presidenciales fue superior al 85% entre 1983 y 1989, descendiendo a alrededor del 82% durante los años 90 y manteniéndose alta hasta 2015. Desde entonces, salvo en 2019 con un 80%, no se superó ese nivel. Para estas elecciones, ninguna proyección esperaba una participación récord: la Escuela de Gobierno de la Universidad Austral estimó un rango entre 65% y 69%, con un promedio esperado del 67%. Los resultados de las elecciones provinciales previas confirmaron esta tendencia.
En las diez provincias donde se celebraron comicios legislativos provinciales, la participación fue variable pero en general baja: Corrientes alcanzó el 70,95%, Jujuy el 68,1%, Formosa el 65,8%, Buenos Aires el 60,98%, mientras que San Luis, Salta, Misiones, Santa Fe, Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y Chaco no superaron el 60%. En números absolutos, de 25.502.680 electores empadronados en estas provincias, sólo votaron 15.139.359, lo que indica que más de 10 millones no concurrieron a votar.
El caso de la provincia de Buenos Aires, que representa el 37% del padrón nacional, es especialmente relevante. En las elecciones provinciales de septiembre, 5,5 millones de bonaerenses no votaron, con una participación del 60,98% y un ausentismo del 39,02% sobre un padrón de 14.376.592 votantes, que incluye a 13.361.359 nativos y 1.015.233 extranjeros. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el cuarto distrito más poblado, la situación fue aún más crítica: casi la mitad del padrón no votó, lo que representa alrededor de 1,4 millones de personas.
Estos datos reflejan un fenómeno de desafección electoral que se extiende a nivel nacional y que pone en evidencia un distanciamiento creciente entre la ciudadanía y el sistema político. El procesamiento y visualización de estos datos estuvo a cargo de Daniela Czibener.






