En México, el estrés se ha convertido en un problema alarmante según estadísticas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Aproximadamente el 75% de la población mexicana reporta altos niveles de estrés en entornos laborales y educativos. En el ámbito escolar, los estudiantes enfrentan presiones relacionadas con su rendimiento académico, proyección profesional y los cambios propios de la adolescencia.
El estrés se considera un factor de riesgo para la salud y puede desencadenar enfermedades cardiovasculares, aumento de peso, tensión muscular, problemas digestivos y trastornos del ánimo como la ansiedad y la depresión. No obstante, su impacto no se limita al aspecto físico, ya que el cerebro también sufre consecuencias significativas en situaciones estresantes.
Gladys Jadue, en su estudio "Algunos efectos de la ansiedad en el rendimiento escolar", menciona que hasta el 20% de los estudiantes enfrentan episodios de estrés y ansiedad. Asimismo, un informe de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) revela que hasta el 56% de los estudiantes de nivel superior experimentan ansiedad previa a los exámenes.
Investigadores de la Facultad de Medicina de la UNAM, como la Dra. Alicia Castillo Martínez y el Dr. Diego Armando Coronel Manzo, han estudiado las reacciones del cerebro al estrés y sus implicaciones en la salud mental y física. Explican que diversas estructuras cerebrales participan en la respuesta al estrés, incluyendo la liberación de cortisol por las glándulas suprarrenales, hormona que en exceso debido al estrés crónico altera funciones vitales y daña el cerebro.
El exceso de cortisol está vinculado con una disminución de la densidad neuronal, lo que puede conllevar a problemas como demencia o deterioro cognitivo. Además, puede manifestarse con dificultades para recordar información reciente o para aprender, afectando el rendimiento académico.
El estrés en exceso provoca problemas para resolver situaciones, menor capacidad de organización y propensión a decisiones impulsivas. También altera la concentración y la atención, dificultando mantener el enfoque en tareas importantes. Por ello, es crucial prevenir las consecuencias negativas del estrés en el cerebro.
Especialistas de la UNAM proponen estrategias para prevenir el estrés, como la práctica de actividad física, técnicas de relajación y cuidar la alimentación. En caso de ser necesario, se sugiere buscar ayuda profesional de psicólogos o psiquiatras para reconfigurar la relación con el estrés y percibirlo como un aliado, no como un enemigo.
En un contexto donde los jóvenes enfrentan un estrés cada vez más presente, es fundamental crear conciencia sobre su impacto y promover hábitos saludables que contribuyan al bienestar integral, tanto físico como mental.