Nuevos correos de Epstein reavivan debate político en EE.UU. y ponen a Trump en el centro de la polémica

En El Mundo
noviembre 13, 2025
La difusión de miles de documentos vinculados a Jeffrey Epstein reactivó las dudas sobre la relación del presidente Donald Trump con el financista fallecido, sin aportar pruebas de delito.

La reciente publicación de miles de documentos pertenecientes al patrimonio de Jeffrey Epstein volvió a situar al presidente estadounidense Donald Trump en el centro de una controversia política en Washington. Estos archivos, divulgados por miembros demócratas y republicanos de la Comisión de Supervisión de la Cámara de Representantes, incluyen correos electrónicos privados en los que Epstein menciona en reiteradas ocasiones a Trump a lo largo de más de una década. Aunque no contienen evidencia de conductas ilegales por parte del mandatario, sí reavivan interrogantes sobre la naturaleza de su vínculo con el financista.

Entre los correos difundidos inicialmente por los demócratas, se encuentran tres mensajes que Epstein envió a su entonces socia Ghislaine Maxwell y al escritor Michael Wolff. En uno de ellos, fechado en abril de 2011, Epstein describe a Trump como “el perro que no ha ladrado” y afirma que una mujer —identificada por republicanos como la sobreviviente Virginia Giuffre— “pasó horas en mi casa con él”. Maxwell respondió: “He estado pensando en eso…”. Aunque Giuffre nunca acusó a Trump de ninguna irregularidad, este intercambio volvió a generar dudas sobre cuánto sabía Trump, en ese entonces un magnate, acerca de las actividades ilícitas de Epstein.

Otro correo, fechado en enero de 2019, incrementó la controversia. En ese mensaje, Epstein le escribe a Wolff para responder a la versión presidencial que indicaba que Trump lo había expulsado de Mar-a-Lago. “Trump dijo que me pidió que renunciara”, señala Epstein, y agrega: “Nunca fui miembro… por supuesto que sabía lo de las chicas, ya que le pidió a Ghislaine que parara”. La Casa Blanca sostiene que Trump vetó a Epstein por considerarlo “un tipo repugnante”, y el propio mandatario ha argumentado que Epstein “robó” empleadas jóvenes del spa del club.

En varios momentos, Wolff aparece como una especie de asesor político para Epstein. En un intercambio de 2015, cuando CNN planeaba preguntarle al entonces precandidato republicano sobre su vínculo con el financista, Epstein le consulta a Wolff cómo debería responder Trump. El escritor le sugiere “dejar que se delate solo” si niega haber estado en el avión o en la casa de Epstein, indicando que una respuesta así podría convertirse en “valiosa moneda de cambio” en términos de relaciones públicas y estrategia política.

Simultáneamente, la publicación de un conjunto mucho más amplio —23.000 documentos difundidos mayoritariamente por republicanos— amplió aún más el impacto político del caso. Entre esos correos, en 2017 Epstein describe a Trump como “al borde de la locura” y en 2018 afirma: “Sé lo corrupto que es Donald”. En otros intercambios sostiene que podría mostrar fotos “de Donald y chicas en bikini en mi cocina” y llega a asegurar que, en los años noventa, “le dio” al entonces empresario una novia de 20 años.

La Casa Blanca minimizó la relevancia del material. La secretaria de prensa Karoline Leavitt afirmó que los correos “no prueban absolutamente nada” y acusó a los demócratas de construir “una narrativa falsa”. Trump, por su parte, sostuvo que “los demócratas están intentando resucitar la farsa de Jeffrey Epstein” para desviar la atención del cierre del Gobierno y presionó a los legisladores republicanos para que impidan cualquier intento de forzar la publicación íntegra de los archivos: “Sólo un republicano muy malo, o estúpido, caería en esa trampa”, escribió en redes sociales.

La Cámara de Representantes votará la próxima semana una resolución para exigir al Departamento de Justicia la divulgación completa del expediente Epstein. Aunque cualquier iniciativa debería ser aprobada también por el Senado —controlado por los republicanos— y requerir la firma de Trump, este episodio demuestra cómo el legado del financista, fallecido en prisión en 2019, continúa proyectando una larga sombra sobre la política estadounidense.

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