Casi con dedicatoria, el juez federal subrogante Gustavo Lleral determinó el jueves que Santiago Maldonado murió solo, sin participación delictiva de ninguna fuerza de seguridad ni tampoco encubrimiento de las circunstancias de su deceso. “La verdad se mostró sencilla, sin fascinaciones. Santiago estaba en el lugar donde lo vieron por última vez. Allí, él, solo, sin que nadie lo notara, se hundió, en ese pozo” en el río Chubut. “En ese lugar, murió ahogado, sin que nadie pudiera advertirlo, sin que nadie pudiera socorrerlo. Ni los gendarmes que los perseguían en medio del operativo, ni los miembros de la comunidad a la que Santiago fue a apoyar en sus reclamos”.
El párrafo, extraído de un fallo de 272 páginas, parece contundente respecto de cómo murió Santiago Maldonado y, sobre todo, de la ausencia de reproches penales en torno a su deceso. Sin embargo, como al pasar, deja en claro que el artesano que apoyaba los reclamos de la comunidad mapuche en el sur no se tiró a refrescarse en un cauce de agua gélido en pleno invierno porque sentía calor. Tampoco estaba pescando, ni buscando pepitas de oro sumergidas en el río.
El propio juez, acaso sin darse cuenta, lo reconoce en su fallo: “con certeza se puede afirmar que Santiago Andrés Maldonado, a la carrera, huyendo de la persecución de los efectivos de la Gendarmería Nacional que se encontraban efectuando el procedimiento policial, ataviado con todas las ropas y calzado señalados, se introdujo con vida en las frías aguas del Río Chubut en donde, pese a sus esfuerzos por respirar y mantenerse a flote, encontró su muerte a partir de la asfixia producida por el agua de río que invadió sus vías respiratorias, del entumecimiento corporal producido por la bajísima temperatura de ese medio y de la probable pérdida de conciencia”.
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Maldonado murió “huyendo de la persecución de los efectivos de la Gendarmería Nacional”. “La desesperación, la adrenalina y la excitación naturalmente provocadas por la huida; la profundidad del pozo, el espeso ramaje y raíces cruzadas en el fondo; el agua fría, helada, humedeció su ropa y su calzado hasta llegar a su cuerpo”.
Maldonado huía, según admite el fallo. ¿De qué huía?, ¿de sus fantasmas, de la luz mala, de sus acreedores, de una invasión extraterrestre, de los piedrazos de la barra brava de River Plate? Pues no. Según el juez, huía “de la persecución de los efectivos de la Gendarmería Nacional”. ¿Y por qué huía? Porque un rato antes había protagonizado una protesta de la comunidad mapuche por derechos ancestrales que les son sistemáticamente negados. Había estado en un bloqueo de ruta y eso es un delito, pero el accionar de Gendarmería había hecho cesar ese delito y la orden judicial de despejar la carretera ya se había cumplido. Los gendarmes ingresaron a territorios que no pertenecían a la ruta y fue entonces que Maldonado murió.
Con aparentes pretensiones de literato y filósofo, el juez Lleral escribió sobre el deceso de Maldonado: “Cuando la simplicidad de las cosas es patente, sobrevuelan los sinsabores de la especulación espuria. El ser humano no puede detener su mente y su fantasía cuando la sencillez lo alcanza. Negarse a ver la realidad es materializar lo absurdo y vivir en la mentira. En el mejor de los casos, es abra
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