El grupo paramilitar islamista que derrocó al régimen de Bashar al Asad en Siria designó a Mohamad al Bashir, un hombre cercano al líder de la insurrección, para liderar la transición. De profesión ingeniero, el primer ministro interino deberá enfrentar un escenario plagado de desafíos para "evitar el caos", en medio de la devastación que marcó a Siria durante más de 13 años de guerra civil.
El nombramiento de al Bashir como jefe del nuevo gobierno transitorio fue un intento por restaurar el orden en un país destruido y dividido. Bajo la mirada de la comunidad internacional, parte de su tarea será lidiar con la gestión anterior para unificar y estabilizar un territorio fracturado y sumido en la incertidumbre, donde convivían dos gobiernos en un estado: el "oficial" de Bashar al Asad y el "paralelo" de los grupos armados de la oposición.
Nacido en 1983 en Jabal al Zawiya, una región montañosa en el noroeste de Siria, al Bashir vio cómo su tierra natal se convirtió en el último bastión de la oposición armada contra Bashar al Asad. La guerra civil, que estalló en 2011 tras la brutal represión de una protesta popular contra el régimen iniciado en 1971, dejó a Idlib como una de las últimas zonas en manos de los rebeldes.
Formado en la universidad de Alepo, Bashir hizo primero estudios de ingeniero eléctrico y electrónico, pero también siguió formaciones de derecho civil e islámico en la facultad de Idlib, según su biografía. Además, trabajó en la compañía nacional siria de gas.
El jefe político de grupo rebelde sirio formará un gobierno transición para "evitar caer en el caos"
Posteriormente, al Bashir se integró primero al trabajo administrativo de las organizaciones opositoras al régimen, consideradas "terroristas" por el régimen de Asad. Uno de los puestos más importantes que ocupó en Idlib fue el de ministro de Desarrollo en el "Gobierno de Salvación", una administración autoproclamada creada en 2017 para ofrecer servicios a las personas que vivían en ese territorio y estaban privadas de la infraestructura estatal.
Este gobierno paralelo dentro de Siria se constituyí con el objetivo de administrar las zonas fuera del control del régimen de Damasco, y al Bashir desempeñó un papel central en su funcionamiento. A medida que la influencia rebelde creció, especialmente con la expansión a Alepo, al Bashir emergió como una figura clave dentro de las facciones rebeldes.
No era conocido a nivel nacional hasta su nombramiento como líder del nuevo gobierno tras el derrocamiento de Bashar al Asad, que comenzó con la ofensiva del 27 de noviembre. En tanto, el martes 3 de diciembre, los rebeldes sirios encabezados por el grupo islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS), nombraron oficialmente a al Bashir como el nuevo jefe de gobierno transitorio de Siria.
Cercano al líder de la coalición rebelde, Abu Mohamed al Jolani, al Bashir es considerado "una figura de consenso", que podría ser crucial para encarar la transición en medio de la incertidumbre por el futuro político del país.
El anuncio ocurrió tras la caída del régimen de Bashar al Asad, quien huyó del país después de un ataque fulgurante lanzado por los rebeldes desde el noroeste. En un breve video que circuló en los medios, al Bashir apareció por primera vez fuera de Idlib, vestido con traje y corbata, junto a al Jolani, en una reunión con el exprimer ministro del régimen, Mohamed al Jalali, para coordinar el "traspaso de poder".
Este gobierno transitorio que al Bashir encabezó tenía un mandato hasta el 1 de marzo. Aunque el nombramiento de al Bashir fue un paso importante para la oposición, su tarea de liderar un país marcado por profundas divisiones internas y las secuelas de la guerra no fue fácil. Siria estaba fragmentada y su población desmoralizada, con grandes desafíos para restaurar una mínima estabilidad.
Durante el encuentro, Jolani destacó la experiencia adquirida por las autoridades locales en la gestión de la región de Idlib. Sin embargo, admitió la necesidad de que el nuevo gobierno integre a personas experimentadas de la administración saliente.
Al Bashir no solo se enfrentó a las tensiones dentro de la coalición rebelde, sino también a la competencia de otros grupos que intentaron imponer su dominio sobre el nuevo gobierno. Además de la fragmentación política, el país estaba marcado por enormes desafíos humanitarios y económicos. A pesar de su éxito en Idlib, donde supervisó la administración de cinco millones de personas, al Bashir tuvo por delante la titánica tarea de reconstruir un país arrasado por años de guerra.
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Radwan Ziadeh, especialista en Siria del Centro Árabe de Washington, destacó que, aunque al Bashir fue "el más cercano" a al Jolani y la coalición rebelde, los desafíos que enfrentó fueron inmensos. Ziadeh subrayó que, para que la transición fuera exitosa, debía ser inclusiva. "Así como la revolución fue una revolución para todos los sirios, el proceso de transición debía ser asunto de todos los sirios para garantizar su éxito y asegurar una transición pacífica hacia la democracia", indicó, según AFP.
Por su parte, la ONU hizo un llamado para que las promesas de los líderes rebeldes se tradujeran en hechos concretos. El enviado de la ONU para Siria, Geir Pedersen, señaló que, aunque el grupo rebelde había "enviado un mensaje positivo" -como el respeto de las minorías y no obligar a mujeres a un código estricto de vestimenta- la verdadera prueba fue cómo ejecutaron las promesas de cambio, incluyendo la creación de un gobierno inclusivo y la protección de los derechos humanos.
Tras más de una década de guerra civil, el mandatario sirio Bashar al Asad, que había gobernado el país desde el año 2000, huyó de Damasco el pasado domingo acorralado por los grupos armados de la oposición, entre los que se encontraba el influyente grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS).
El caótico escenario puso fin a más de cinco décadas de gobierno de la dinastía fundada por el padre de Bashar, Hafez al Asad. El colapso de los Asad, que habían gestionado un sistema de represión brutal para aplacar a la disidencia, provocó todo tipo de reacciones. Desde celebraciones entre los refugiados sirios, festejos en cárceles donde liberaron presos políticos.
Pero también desató la incertidumbre sobre el futuro político del país y el impacto en el mapa de poder en Medio Oriente, considerando los actores que se vieron involucrados en conflictos bélicos, desde Israel a Hezbolá o el propio Irán. En tanto, los responsables del derrocamiento de al-Asad designaron las autoridades para promover un gobierno de transición que "evite el colapso" del país devastado por una guerra civil que provocó 500 mil muertos, millones de desplazados y una economía arruinada a lo largo de trece años.
cd / Gi