Según expertos de varios países, el selenio, un micronutriente vital presente en el suelo, el agua y los alimentos, es fundamental para la salud. La deficiencia de selenio afecta a alrededor de mil millones de personas en todo el mundo, especialmente en regiones como Europa del Norte, donde los suelos poseen bajos niveles de este mineral esencial. Este déficit en la dieta incide en la función de la tiroides y el sistema inmunológico, aumentando el riesgo de enfermedades graves.
La revista Smithsonian informa que el cambio climático empeorará esta situación al afectar la disponibilidad de selenio en los suelos debido a cambios en las precipitaciones. Frente a este escenario, investigadores en distintos países trabajan en la creación de cultivos biofortificados capaces de absorber y almacenar selenio en formas aptas para el consumo humano.
El selenio es esencial en dosis diarias de 40 a 70 microgramos, obtenidas de alimentos como trigo, frijoles y lentejas. La falta de selenio en suelos empobrecidos resulta en una ingesta insuficiente, generando problemas en el sistema inmunológico y la función tiroidea. Esta carencia no solo afecta a Europa del Norte, sino también a naciones como China, donde la mitad de las tierras de cultivo carecen de selenio.
Para combatir esta crisis, se han inaugurado centros de investigación como el Centro Nacional de Investigación del Selenio en Wuhan y el Laboratorio de Innovación en Selenio en la Universidad Xi'an Jiaotong-Liverpool. Estas iniciativas buscan estudiar cómo los microorganismos pueden mejorar la absorción del mineral en los cultivos.
Los científicos exploran la biofortificación como estrategia para mejorar genéticamente cultivos comunes, aumentando su contenido de nutrientes sin necesidad de suplementos vitamínicos. Investigadores como Antony van der Ent y Wolfgang Pfeiffer estudian plantas hiperacumuladoras de selenio y sus posibles aplicaciones en la biofortificación, con resultados prometedores.
Aunque la biofortificación se presenta como una alternativa a los suplementos vitamínicos y puede ser crucial para la seguridad alimentaria global, enfrenta desafíos científicos y regulatorios. La identificación de los genes responsables de la acumulación de selenio en las plantas, así como la regulación de sus niveles para evitar toxicidad, son aspectos clave a abordar.
En un contexto donde el cambio climático y la degradación del suelo representan amenazas para la producción de alimentos saludables, la biofortificación emerge como una herramienta vital para garantizar un acceso equitativo a una dieta balanceada. La investigación continúa en busca de soluciones que puedan prevenir una potencial crisis de salud global derivada de la deficiencia de selenio en la agricultura.
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