La ballena más rara del mundo, de la que solo se han avistado siete ejemplares, se convirtió en el centro de atención de un grupo de científicos y expertos culturales de Nueva Zelanda. Aunque poco se sabe sobre esta enigmática especie, en esta ocasión, tenían frente a ellos una ballena dentada de pala casi perfectamente conservada con la esperanza de desentrañar décadas de misterio.
Anton van Helden, asesor principal de ciencias marinas de la agencia de conservación de Nueva Zelanda, expresó su entusiasmo al describir lo extraordinario de la situación. Con 35 años de experiencia estudiando zifios, se encontraba por primera vez participando en la disección de este ejemplar, el cual apareció muerto en una playa de Nueva Zelanda en julio.
La incertidumbre rodea a las ballenas dentadas, ya que se desconoce en qué parte del océano habitan, por qué nunca han sido avistadas en estado salvaje o cómo es su cerebro. Por ello, la posibilidad de investigar a fondo este espécimen de cinco metros de longitud en un centro de investigación agrícola cerca de Dunedin resulta sumamente emocionante.
Durante la disección, los expertos esperan descubrir nuevos detalles sobre esta misteriosa especie, como posibles parásitos desconocidos para la ciencia y cómo se desarrollan su sistema estomacal y su forma de emitir sonidos. La colaboración con la comunidad maorí local durante el proceso refleja el profundo respeto que se le concede a las ballenas, consideradas en su cultura como un tesoro preciado y un regalo de la deidad del océano, Tangaroa.
La conservación de mandíbulas y dientes para su exhibición en un museo, junto con la utilización de tecnología de impresión 3D para replicar partes del esqueleto, brindará una visión más completa de esta especie y de su interacción con los océanos. Ubicadas en el vasto océano Pacífico Sur, donde se encuentran las fosas oceánicas más profundas del mundo, las ballenas dentadas de pala destacan por su alimentación en las profundidades oceánicas y su raros avistamientos en la superficie.
La presencia de científicos tanto locales como internacionales, incluida Joy Reidenberg, anatomista comparada de la Escuela de Medicina Icahn del Monte Sinaí en Nueva York, resalta la importancia de descubrir no solo la causa de la muerte de estos animales, sino también cómo vivieron, en busca de potenciales descubrimientos aplicables a la condición humana.