
Karol Józef Wojtyła fue el polaco más famoso del mundo por haber sido Papa durante 27 años, el primero no italiano desde 1523. Inspiró a muchos de sus compatriotas, en especial a otro que hizo historia, Robert Kubica, el único piloto de ese país que corrió y ganó en la Fórmula 1. Él mismo confesó ser devoto de Juan Pablo II y afirmó que sobrevivió a dos accidentes terribles gracias a la mano divina de su Santidad. Uno fue en Canadá, donde la Máxima correrá este fin de semana. En el otro zafó de una amputación. Cuando estaba en la cresta de la ola de su carrera, de golpe tuvo que pelear por su vida. Hay varias historias de garra en el automovilismo y la suya es una de esas, aunque con un toque celestial.
Wojtyła era de Wadowice, un pueblito a 50 kilómetros al sur de Cracovia, de donde fue arzobispo y la ciudad en la que el 7 de diciembre de 1984 nació Kubica. De pibe, Robert se movía por dos cosas: empezó a ser muy creyente y se le metió el automovilismo en la sangre. Su viejo lo llevó a ver carreras de todo terreno y le encantaron esos autos. Antes de cumplir los diez años le compraron su primer karting y enseguida empezó a romperla. Más allá de lo crack que era, siempre mencionaba a su guía, Juan Pablo II. Ganó seis títulos nacionales en tres años. Como era tan superior, emigró a Italia y en 1998 también salió campeón.
Si bien Juan Pablo II y Kubica nunca se conocieron, más allá de compartir la religión católica, el automovilismo los juntó de alguna forma. El Papa se dio una vuelta por la F1, como su recordada visita a la fábrica de Ferrari en junio de 1988, dos meses antes de que falleciera el Commendatore. Ahí bendijo las dos F1/87/88C, que después fueron los únicos autos que le ganaron a los poderosos McLaren-Honda de Ayrton Senna y Alain Prost, que metieron 15 de 16 carreras ese año. La única que no vencieron fue en Monza, Italia, la casa de la Scuderia. ¿El primer milagro del Papa en la F1?
También hay quienes dicen que hubo un toque divino con Michael Schumacher. En 1999 el alemán tuvo un palo terrible en Silverstone, Inglaterra, donde se quebró la pierna derecha. Se perdió seis fechas. Después de recuperarse, el 4 de octubre probó en Mugello, Italia, y tuvo un despiste. Lo chiflaron los tifosi. Dos días después, Schumi y algunos colegas fueron recibidos por su Santidad en el Vaticano. “Estoy emocionado, porque este es el día más feliz de mi vida”, dijo el alemán después de la reunión. Cuando muchos pensaban que no volvería a correr hasta el año que viene, después de ese encuentro, el Kaiser anunció su regreso para las últimas dos carreras. Fue segundo en su reaparición en Malasia. En 2000, un año y dos días después de juntarse con el Papa, venció en Japón y se cortó la mufa de 21 años sin Campeonatos de Pilotos para Ferrari.
Kubica, por su parte, esa temporada arrancó en los monopostos, donde fue subcampeón de la Fórmula Renault Italiana en 2002, detrás del argentino José María López (después ambos fueron probadores de Renault F1). En 2003 pasó a la Fórmula 3 Euro Series, donde tras sufrir un palo de tránsito y quebrarse un brazo, corrió y ganó en Norisring, Alemania, con una abrazadera de plástico y varios tornillos de titanio, ¿otra ayuda de Juan Pablo II? En 2004 fue segundo en el Gran Premio de Macao de Fórmula 3, una de las carreras más picantes de la especialidad. El 2 de abril de 2005 falleció su Santidad. Fue un golpe duro para Robert, quien a fin de temporada le dedicó su título de la Fórmula Renault 3.5, una de las categorías previas a la F-1.
En 2006 llegó a la máxima y fue piloto de reserva de BMW Sauber F1 Team. Después del retiro de Jacques Villeneuve, debutó en Hungría y fue séptimo en pista, pero después lo descalificaron porque su auto tenía dos kilos de menos. En su tercera carrera ya se subió al podio en Monza, un autódromo que conocía al dedillo de las categorías menores.
En 2007 lo confirmaron como piloto titular del equipo alemán, con un auto que mejoró un montón. Llegó al tope, pero no se olvidó de su guía: puso en su casco el nombre de su Santidad y una foto en su buzo ignífugo. Pero el 10 de junio en Canadá tuvo un palo tremendo tras rozar el Toyota de Jarno Trulli a 250 km/h: se la puso contra el muro con un impacto de 78 G. El HANS, ese protector del cuello, fue clave para que no la contara, ya que en el golpe sufrió una desaceleración de 45 veces la fuerza de la gravedad. Las imágenes fueron de terror y a primera vista parecía peor que los choques fatales de los recordados Roland Ratzenberger y el propio Senna en Imola 1994. Pero la seguridad en los autos de F1 avanzó tanto que Kubica apenas tuvo un esguince de tobillo. “Fue un milagro”, aseguró Felipe Massa, por entonces piloto de Ferrari. Y si fue como dijo el brasileño, la obra se le puede atribuir otra vez a Juan Pablo II. “Cuando vi por televisión cómo quedó su auto pensé que se había matado”, dijo Ronald Dennis, jefe médico del GP canadiense.
El Vaticano investigó el caso de Kubica como un posible milagro del recordado Papa. Mientras tanto, Robert no corrió en Estados Unidos, donde lo reemplazó un pibito alemán de 19 años llamado Sebastian Vettel, que fue octavo en su debut. Volvió en Francia y después terminó una gran temporada, donde en 12 de las 13 carreras que completó, lo hizo entre los diez de adelante y quedó sexto en el campeonato.
Para 2008, su equipo andaba muy bien y el 8 de junio ganó en el mismo escenario donde un año antes casi la queda, en el Circuito Gilles Villeneuve. Casualidad o una nueva aparición de Juan Pablo II, lo concreto es que su compatriota quedó puntero en el campeonato. Otros seis podios lo dejaron cuarto en el torneo y hasta Ferrari lo tenía en la mira. Ya re devoto del recordado Papa, su fe por él fue al cielo.
Un fanático de su laburo, empezó a correr rallies. Mientras tanto, después de una mala temporada con BMW, que no le agarró la mano al nuevo reglamento técnico, se fue a Renault en 2010. Terminó octavo en la general, pero ya era uno de los grosos de la categoría. Para 2011 podría haber pegado otro salto de calidad, aunque el destino le jugó una mala… El 6 de febrero tuvo otro palo grave en una carrera de rally en Italia, donde el guardarrail le destrozó el auto. Corrió riesgo de que le amputaran, pero después de tres operaciones los cirujanos pudieron salvarle la mano derecha. Otra vez la presencia de Juan Pablo II.
Sus lesiones lo dejaron afuera de la Máxima y se agarró como nunca al Papa que ya no estaba. Desde el hospital le pidió al arzobispo de Cracovia alguna reliquia del Papa polaco, para que lo bancara en la recuperación, que tuvo más de 30 operaciones. El cardenal Stanisław Dziwisz aceptó su pedido y le entregó dos reliquias, un pedazo de sus túnicas papales y una gota de sangre en un medallón de oro. El vínculo entre el piloto y Juan Pablo II ya era innegable.
La peleó y salió adelante. Volvió a correr y en 2013 salió campeón mundial de rally en la segunda categoría del campeonato. Mientras tanto, Juan Pablo II fue canonizado en 2014, ya en el pontificado del Papa Francisco. Ese año Kubica ascendió a la división mayor del Mundial de Rally, pero no le fue muy bien, salvo un sexto puesto acá, en Argentina. Aunque no tiró la toalla en su lucha por volver a subirse a un F1. Se juró no ir a ningún evento de la Máxima hasta no ser piloto de nuevo. Así fue: después de seis años, el gran circo lo tuvo de nuevo en dos ensayos que hizo con los equipos Renault y Williams, que le abrió la puerta para el retorno.
“Estaba re mal, viendo las carreras por la tele. Traté de encarar la realidad que me llevó a otra parte, pero mi pasión siempre fue la misma y es el motor de mi vida. Ahora estoy mejor, me siento mentalmente preparado para hacer frente a este golpe jodido. Quería ganar todos los días, pero sé que no siempre es posible. Tal vez lo que necesitaba era parar un toque y respirar”, reconoció en una entrevista con el Corriere della Sera. “Tal vez hoy soy una persona mejor de lo que era antes del accidente”, agregó.
“Antes de mi accidente, la F1 era el 90 por ciento de mi vida. Perder todo eso de un día para el otro no es joda. Fueron años larguísimos, con momentos jodidos”, concluyó.
Después de la peor temporada de su historia en 2018, donde terminó último en el Mundial de Constructores, Williams, con la guita justa tras perder a su principal patrocinante, le dio la chance a Robert. Volvió de la mano de la petrolera polaca Orlen que, según algunos medios de su país, habría puesto unos 10.000.000 de dólares para ser piloto titular en 2019. Con el peor auto de la categoría, no pudo hacer mucho. A eso se le sumó un tema físico, porque no tiene plena movilidad en el brazo derecho, ese que zafó de que se lo amputaran y que ahora se ve destrozado, casi esquelético y con poca musculatura. Sin embargo, esto no le impidió meter el único punto para Williams después de ser décimo en Gran Bretaña. “Este es mi cuerpo ahora. Es un éxito personal haber vuelto”, le dijo al diario AS.
En 2021 perdió el puesto de titular y fue probador de Alfa Romeo, un puesto que también consiguió porque Orlen lo siguió bancando y en ese momento fue uno de los sponsors más fuertes del equipo italiano.
En esa temporada empezó a meterse en el mundo del Endurance y, de nuevo, supo reinventarse. Junto al angoleño Rui Andrade y el suizo Louis Deletraz, salió campeón mundial en la LMP2 (que en ese momento era la segunda categoría del Mundial de Endurance) en 2023 (3 victorias) con un Oreca 07 del equipo Team WRT. El año pasado lo sumó Ferrari para el equipo AF Corse. Con una de las 499P, terminó noveno (con una victoria) con el ruso Robert Shwartzman y el chino Ye Yifei. Esta temporada, la misma terna está en el podio parcial del campeonato y buscarán el triunfo en las 24 Horas de Le Mans este fin de semana. El polaco fue dos veces segundo, pero en la LMP2.
Robert Kubica, lejos de tirar la toalla con su sueño y a pesar de los palos y las consecuencias, supo volver a las pistas. De no haber tenido aquel accidente de 2011, ¿hubiera corrido en Ferrari o salido campeón del mundo? Andá a saber, solo Dios lo sabe. El polaco no le perdió la fe a él mismo ni a Juan Pablo II. Pudo haber recibido una mano del cielo, pero acá abajo se la re bancó y fue un ejemplo de lucha, inspirando a muchos para que nunca dejen de creer.